La Tierra pierde 500 mil hectáreas de turberas al año, mientras que las turberas ya drenadas y degradadas contribuyen con alrededor del 4 por ciento de las emisiones globales anuales inducidas por el hombre. Estos hallazgos son parte de la Evaluación Global de Turberas, publicada hoy por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Evaluación mundial de las turberas: el estado de las turberas del mundo: evidencia para la acción hacia la conservación, restauración y gestión sostenible de las turberas fue llevado a cabo por la Iniciativa Global de Turberas entre 2020 y 2022 según lo decidido por la resolución UNEA-4 sobre la Conservación y Gestión Sostenible de las Turberas en marzo de 2019. Una turbera es un tipo de humedal en el cual se produce la acumulación superficial por capas de material orgánico en un estado de descomposición conocido como turba. Basado en datos espaciales y la mejor información disponible de 220 colaboradores de más de 50 países, incluidos científicos, gobiernos, ONG, pueblos indígenas y otros, el informe es la primera evaluación global integral de las turberas en casi 15 años.
Propone una definición de turberas como un ecosistema con un suelo de turba de cualquier espesor y proporciona una base de evidencia sobre el estado de las turberas y su importancia en el ciclo global del carbono.
“Si nos tomamos en serio la acción sobre el cambio climático, debemos tomarnos en serio la protección, la restauración y la gestión sostenible de las turberas. Dondequiera que se permita que las turberas se dañen o drenen, se seguirán liberando emisiones nocivas durante décadas”, afirmó Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
“La Evaluación Global de Turberas puede guiar a los países sobre cómo tratar las turberas como una potente solución basada en la naturaleza para el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y las comunidades locales”.
Cubriendo alrededor del 3 a 4 por ciento de la superficie terrestre del mundo, las turberas son responsables de almacenar casi un tercio del carbono del suelo, el doble de carbono que toda la biomasa forestal del mundo combinada. Las turberas también tienen un papel local crucial en el ciclo del agua, al filtrarla y almacenarla, para proporcionar agua limpia y evitar inundaciones. Son el hogar de especies únicas y tienen un significado cultural importante para las comunidades de todo el mundo.
Alrededor de 50 millones de hectáreas de turberas, aproximadamente la mitad del tamaño de Egipto, se han drenado históricamente en todo el mundo. Esta área dañada es equivalente al 12 por ciento de las turberas actuales o alrededor del 0,4 por ciento de la superficie terrestre del mundo, pero contribuye con el 4 por ciento de las emisiones globales de GEI inducidas por el hombre anualmente. Además, las actividades humanas destruyen anualmente 500 mil hectáreas de turberas, un área que casi duplica el tamaño de El Cairo.
Las turberas serán parte del problema o un elemento clave de la solución. Si las emisiones nocivas de las turberas drenadas y degradadas continúan al ritmo actual, esto consumirá el 12 por ciento del presupuesto de emisiones que queda para mantener el calentamiento global por debajo de +2°C y el 41 por ciento del presupuesto de emisiones que queda para mantener el calentamiento global por debajo de +1,5ºC. La restauración de turberas degradadas, por otro lado, contribuiría con el 10 por ciento de las reducciones y remociones totales de emisiones, proporcionadas por soluciones basadas en la naturaleza en todos los ecosistemas para 2030.
Un enfoque importante de esta evaluación es cómo los tomadores de decisiones pueden gestionar, conservar y restaurar mejor las turberas como una solución basada en la naturaleza para detener la pérdida de biodiversidad, apoyar la adaptación y mitigación del cambio climático y apoyar a las comunidades locales.
Para conservar y restaurar las turberas, se necesitan más recursos. Sólo en los países con turberas tropicales, se podrían reducir 800 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero por año (2 por ciento de las emisiones globales) a un costo de solo 40 mil millones de dólares si se conservan las turberas vírgenes y se restauran las dañadas.
En algunos casos, como en Escocia, la restauración de las turberas puede ahorrar al público 191 millones de libras al año. Sin embargo, los costos de restauración de las turberas aumentarán mientras se drenen las turberas sanas existentes y siempre superarán el costo de protegerlas.
El financiamiento puede basarse en una combinación de mecanismos públicos y de mercado, lo que garantiza beneficios equitativos para las comunidades locales. Estos incluyen finanzas verdes, mercados de ecosistemas y mercados de carbono (incluidos los mercados voluntarios y de cumplimiento), como los esquemas de comercio de derechos de emisión o de límites máximos en California y la Unión Europea, MoorFutures de Alemania o el Código de turberas del Reino Unido.
Más allá del financiamiento, se alienta a los países a priorizar la investigación y el mapeo adicionales de todas las tierras con un umbral de profundidad de turba de 10 cm para dar cuenta de la contribución de las turberas al clima y facilitar leyes y políticas efectivas para su protección.
También se insta a los países ricos en turberas a incluirlas en sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC), inspirándose en los estudios de casos de otros países con turberas, como se presenta en la Evaluación.
La Evaluación también recomienda acciones por parte de los agricultores y el público, como volver a humedecer las tierras de cultivo drenadas, usar sustitutos de turba para la horticultura y la jardinería, y usar energía limpia en lugar de quemar turba para calefacción.
La Evaluación mundial de las turberas proporciona una valiosa base de referencia para la mejora con respecto a futuras evaluaciones y allana el camino para el desarrollo de un inventario mundial completo de las turberas como lo solicitaron todos los países del mundo en la IV Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-4).
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