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Proyecto de hidrógeno verde, paralizado en el Congreso argentino



Tipos de hidrógeno. Fuente: Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Nación (2023).

  • La iniciativa contempla un régimen de promoción de 30 años, beneficios impositivos para el hidrógeno verde y libre acceso al mercado cambiario

  • Podría diversificar la matriz energética, atraer inversiones verdes y contribuir a la transición energética

Por Lucía Salvalaggio

El hidrógeno es un elemento químico sumamente abundante, que llega a constituir alrededor del 75 por ciento de la materia del universo. También es un vector energético muy poderoso, esto es, un medio para almacenar, transportar o transferir energía de un lugar a otro. Fundamentalmente, se utiliza como motor de distintas industrias en la producción de vidrio, acero, aceites, alcoholes, entre otros, y en el transporte terrestre, aéreo y marítimo.

Sin embargo, gran parte del hidrógeno que se utiliza hoy se produce con combustibles fósiles, por lo que existe un creciente interés a nivel internacional por impulsar el hidrógeno verde, elemento obtenido de fuentes renovables como la energía solar y eólica.

En mayo de 2023, la entonces secretaria de Energía de Argentina, Flavia Royón, confirmó el envío al Congreso Nacional de un Proyecto de Ley de Promoción de Hidrógeno Verde, Azul y Rosa elaborado junto a la Secretaría de Cambio Climático.


Flavia Royón. Foto: Ministerio de Economía Nacional (ARG).

No obstante, a casi un año, no se ha registrado avance alguno en la materia. De hecho, el documento original quedó estancado en comisiones, por lo que ni siquiera ha comenzado a debatirse en alguna de las cámaras legislativas.

“La Presidencia anterior nunca tuvo la voluntad política de tratar el tema. El envío al Congreso del proyecto del Poder Ejecutivo tampoco fue acompañado de la voluntad política de tratarlo. Además, 2023 fue un largo año electoral, con desdoblamiento de elecciones provinciales y una elección presidencial”, explica la especialista en derecho ambiental, Carina Quispe.

A ello se añade la llegada al gobierno de un presidente negacionista del cambio climático, quien afirma que “el calentamiento global es otra de las mentiras del socialismo”. La figura de Javier Milei y su cercanía a los capitales petroleros levanta sospechas sobre la voluntad política de impulsar iniciativas que desafíen el statu quo energético dominado por los combustibles fósiles.


El presidente Javier Milei es negacionista del cambio climático. Foto: Casa Rosada (ARG).

Ante la convulsión política que atraviesa el Congreso argentino, Quispe y otros referentes del sector juzgan improbable que el proyecto sea tratado a corto o mediano plazo.

La iniciativa de la ex secretaria de Energía se enmarca en un esfuerzo mayor del país por invertir en la industria del hidrógeno. En este sentido, cabe destacar el financiamiento público de electrolizadores para la creación de hidrógeno verde y para comisiones de investigación, así como también la publicación de la Estrategia Nacional para el Desarrollo de la Economía del Hidrógeno (ENDEH), una herramienta de política pública que traza líneas de acción y metas a 2050 para generar certidumbre en el desarrollo de este vector.

De acuerdo a la ENDEH, se espera que en menos de 30 años Argentina sea capaz de producir más de cinco toneladas anuales de hidrógeno cero emisiones. De esta cifra, el 20 por ciento será absorbido por el mercado local, tanto para la descarbonización de los usos actuales del hidrógeno (industrias del acero, petroquímica y refino) como para atender los nuevos usos (principalmente combustibles sintéticos), mientras que el 80 por ciento restante se destinará a exportaciones.

El nuevo proyecto de promoción del hidrógeno busca actualizar la Ley N° 26123, promulgada en 2006, que no solo no menciona al hidrógeno verde, sino que ponía a disposición de la sociedad civil beneficios económicos para la producción de hidrógeno fósil.

El potencial del hidrógeno

Para aprovechar su capacidad energética, el hidrógeno debe ser separado de otras moléculas a las que se encuentra unido en su estado natural, como el oxígeno o el carbono. Dependiendo de la fuente de energía utilizada en este procedimiento, se le asigna un color al producto final.

De esta forma, se habla de hidrógeno negro si se obtiene quemando carbón; gris, si aplica gas natural; rosa, si incorpora energía nuclear al proceso, y verde, si se produce enteramente a base de fuentes renovables. Además, a diferencia del hidrógeno gris, el azul compensa las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) producto de la utilización de gas natural con la tecnología de captura de carbono.


Energía eólica (referencial). Foto: Mike Setchell / Unsplash

Actualmente, alrededor de 98 por ciento del hidrógeno se produce a base de combustibles fósiles, aunque en el transcurso de la última década, el hidrógeno verde aumentó sustantivamente su protagonismo en la agenda global.

Tal fenómeno se explica por el potencial ambiental del compuesto que, al producir cero emisiones de dióxido de carbono, se postula como elemento clave para la transición energética, proceso por el cual una sociedad reduce su dependencia de los combustibles fósiles -como el petróleo o el gas- e incrementa el uso de fuentes de energía más limpias, renovables y eficientes.

En 2015, Argentina fue uno de los 196 países que suscribieron el Acuerdo de París, por medio del cual las partes se comprometieronn a alcanzar la carbono neutralidad para el año 2050.

Según fuentes oficiales de 2019, en Argentina más de 50 por ciento de las emisiones totales de GEI provienen del sector energético. Por este motivo, el hidrógeno bajo en emisiones se presenta como un factor clave de la estrategia de cambio, dado su potencial como vector energético y como insumo para procesos industriales, en particular por su capacidad de penetración en procesos y sectores difíciles de descarbonizar.

El proyecto de hidrógeno verde busca desincentivar la industria de hidrógenos negro y gris a través de la implementación del “Régimen de Promoción del Hidrógeno de Bajas Emisiones de Carbono y otros GEI”, que introduce beneficios fiscales diferenciales a las inversiones en desarrollo, tecnología y comercialización de productos de esta índole.

El paquete de medidas, pensado para 30 años desde su entrada en vigor, prevé como garantía de su impacto ambiental positivo la exigencia de certificaciones de calidad, seguridad y origen, el monitoreo de los estándares de emisiones de GEI de las obras beneficiarias para la fase de producción, transporte y almacenamiento, y la creación de instituciones que tomen a su cargo la supervisión de tales tareas.

América Latina y el Caribe emerge como una región ideal para llevar adelante inversiones en este campo, por sus condiciones geográficas adecuadas para la gestación de fuentes de energía renovable, tales como los vientos constantes y la radiación solar, que devienen en costos de producción altamente competitivos.

Al ser una industria incipiente, a pesar de su alto potencial aún resulta poco rentable para la inversión privada. Por eso, cada vez son más las empresas europeas que inyectan activos en el continente, priorizando los países que ofrecen incentivos a la inversión, como Chile y Brasil.

“Un marco legal específico para el desarrollo del hidrógeno verde a escala comercial en el país, podría ser un factor decisivo para un potencial financiamiento del Banco de Desarrollo de Alemania”, expresó Fernando Brun, embajador argentino en Alemania, a través de sus redes sociales, ante el anuncio del envío del documento al Congreso.

Incentivos económicos

El sistema de promoción gubernamental prevé un tratamiento impositivo diferencial de acuerdo al nivel de contaminación de cada proyecto de inversión, otorgando mayores bonificaciones al hidrógeno verde.

Dentro de los beneficios impositivos previstos destacan la amortización acelerada en el impuesto a las ganancias, la devolución anticipada del impuesto al valor agregado (IVA) y el establecimiento de un régimen de estabilidad fiscal de tres décadas de duración.

En esta categoría también se incluyen la extensión del plazo para computar los quebrantos, la exención de tributos sobre la distribución de dividendos y utilidades, y la reducción de la carga financiera sobre los pasivos de las empresas implicadas.

En cuanto a las implicaciones para el comercio internacional, la normativa propone la exoneración de impuestos asociados a la importación de bienes de capital, repuestos e insumos necesarios para el proceso productivo, tales como tasas por servicios portuarios, aeroportuarios, de estadística y comprobación.

Adicionalmente, el documento fija cargas tributarias relativamente bajas a la exportación, y se prevé aumentarlas mismas a medida que la industria se desarrolle.

Así, los derechos a la exportación registrados desde la entrada en vigor de la ley hasta el décimo año inclusive, estarán fijos en 0 por ciento para el hidrógeno verde y rosa, y en 1,5 por ciento para el azul. Estos porcentajes se incrementarán gradualmente hasta alcanzar la cuota final de 3 y 4,5 por ciento, respectivamente, desde el vigésimo primer año de vigencia de la normativa  hasta su vencimiento.

Al respecto, distintos actores interesados en promover el hidrógeno verde, nucleados en la agrupación Plataforma H2 Argentina, manifestaron su descontento, al argumentar que “todo sobrecosto innecesario nos coloca fuera del mercado internacional”, y exigieron considerar no incluir ningún tipo de gravamen al egreso de productos energéticos de este tipo.

En otro orden de ideas, de aprobarse la legislación, las centrales productoras de hidrógeno bajo en emisiones podrán acceder libremente al mercado de cambios, beneficio que se extendería hasta el 50 por ciento de las divisas obtenidas en las exportaciones.

Debido a su naturaleza incipiente y su falta de rentabilidad a corto plazo, la industria del hidrógeno requiere de incentivos económicos de esta índole para compensar el costo de la inversión.

Nuevas estructuras gubernamentales

Los artículos 16, 17, 20, 23 y 46 de la normativa proponen reformar y actualizar la infraestructura institucional abocada al desarrollo del hidrógeno en el país.

De ser aprobada, se establecería la Agencia Nacional del Hidrógeno (AgenHidro) bajo la órbita del Ministerio de Economía, que tendría la función de asesorar en materia técnica y regulatoria a la Secretaría de Energía de la Nación y de elaborar un Plan Nacional de la Economía del Hidrógeno para la Transición Energética.

Asimismo, la legislación encomienda la creación del Fondo de Afectación Específica al Comité Ejecutivo del Fondo Nacional de Desarrollo Productivo (FONDEP), abocado a financiar proyectos de fabricación de equipamiento y proveedores de bienes y/o servicios de alto contenido tecnológico de la cadena de valor del hidrógeno. El mismo sería financiado por los mismos beneficiarios del régimen, quienes deberán pagar un aporte obligatorio equivalente al 0,5 por ciento del monto total de la inversión declarada.

Por último, la implementación de la Ley dará lugar a la institución del Consejo Federal del Hidrógeno, un foro de asesoramiento, diálogo y coordinación sinérgico entre diferentes actores en torno al diseño y la ejecución de políticas públicas en el área. Este órgano se integrará por AgenHidro, representantes de los intereses de las provincias y referentes del claustro académico.

Cabe destacar que desde la agrupación Plataforma H2 Argentina consideran que “no resulta necesaria la creación de nuevas agencias o estructuras gubernamentales” y que “la dispersión de funciones e instancias de decisión no es recomendable para la óptima implementación de la futura ley”.

El lado “B” del hidrógeno verde

Según la Agencia Internacional de Energía, la producción de hidrógenos gris y negro genera 830 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, la suma de las emisiones de Indonesia y el Reino Unido juntos. En la actualidad, sólo 2 por ciento de hidrógeno total no generó emisiones de GEI, por lo que al incrementar las proporciones de consumo de hidrógenos verde, rosa y azul podrían lograrse grandes avances en materia de descarbonización.

No obstante, más allá de la lucha contra el calentamiento global, existen otras problemáticas de agenda que se podrían acentuar, como efecto directo o indirecto al desarrollo de este recurso energético.

La electrólisis, proceso por medio del cual las moléculas de hidrógeno son separadas de las moléculas de oxígeno que se encuentran unidas en el agua, requiere nueve toneladas de agua como media para poner a disposición una tonelada de hidrógeno, según Juan Rodríguez, especialista en transición energética.

Además, el proceso de purificación del medio acuático resulta en un significativo consumo de agua que, en un contexto de crisis hídrica y desertificación, resulta un efecto colateral a tomar en consideración en los lugares donde se desarrollen proyectos de hidrógeno verde.

Según el Banco Mundial, para producir un millón de toneladas de este compuesto se necesitan 10 gigavatios de electrolizadores, 20 gigavatios de energía renovable y una inversión equivalente a 30 mil millones de dólares, lo cual se traduce en que, sólo para reemplazar el hidrógeno gris por el verde, habría que incorporar a la producción de este recurso energético toda la energía solar y eólica instalada en el mundo.

Consecuentemente, el mayor número de granjas de renovables para abastecer proyectos de H2 a gran escala podría llevar a la conversión de los hábitats naturales en los que se instalan estas plantas, lo que repercute en la biodiversidad y en la seguridad alimentaria que depende de tales territorios.

 

Este artículo fue producido con el apoyo de Climate Tracker América Latina

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