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La vulnerabilidad de la gente que padece ignorancia supina



Por: Fernando Silva


Una atávica y lesiva manifestación social activadora de conductas discriminatorias que debilita el tejido y la cohesión social, se exterioriza a partir de etnocentrismos promovidos por grupos de intereses creados e integrantes de clases sociales privilegiadas que obtuvieron esa categoría de manera ilícita, y que en su afán por controlarlo todo engañan con arterías e ideologías clasistas-racistas a buena parte de las sociedades a través de la manipulación mediática que está bajo su dominio, lo que conlleva deplorable merma en el diálogo racional y emocional conveniente entre seres humanos de distintas razas y culturas. Tan enconada actitud es preponderante en quienes preconizan relaciones sociales antagónicas que, paralelamente, grupos conservadores propagan con decrépitas prácticas elitistas; de esta manera, se ofrecen en franca ignorancia supina, como sumisos promotores de conductas de odio, aporofóbicas y de violencia de todo tipo.

En ese sentido, y con el progresivo e incontrolado aumento de las estructuras ideológicas supremacistas integradas a la Internet por personas u organizaciones que se conectan a partir de intereses o valores establecidos por grupos fascistas, un sinnúmero de investigadores sociales en diversas latitudes han teorizado sobre el potencial deliberativo que se vive en la red de redes y sus primas hermanas, las aplicaciones globales: BeReal, Instagram, Threads, Facebook, Phygital, WT.Social, Twitter, TikTok, Caffeine, Pinterest, Snapchat, Tuned, Okuna, LinkedIn, Twitch, Howdoo, Nextdoor…, así como en las plataformas de contenido como YouTube y FaceCast, asegurando que su potencial participativo es innegable, proporcionando desbocado acceso a fuentes de desinformación propias al control de gobiernos y corporaciones multinacionales, además de proveer un cicatero medio para la generación y coordinación de redes de activistas, con objetivos radicales que no conducen al respeto de los derechos y valores universales, por ende, no son liberadores ni democratizadores. Lo que en contrasentido puede y debe constituir un espacio inmejorable para la deliberación y el intercambio de ideas con la intención de contribuir a la conversión de la indignación en acciones y movimientos horizontales, transformadores y emancipadores.

Sobre el particular, estas plataformas de interacción global permiten la puesta en contacto y el diálogo circular entre personas, empresas e instituciones con el magnánimo objetivo de compartir investigaciones, hipótesis científicas, conocimientos, ideas, críticas constructivas, argumentos en pro del bien común, valoraciones humanísticas, afecto y respeto, iniciativas para prevenir todo tipo de violencia, información útil en bienestar general, virtudes ético-morales, credibilidad política... Sin embargo, no podemos pecar de inocencia, ya que en alto porcentaje son primordialmente utilizadas para exhibir veleidosos intercambios, superficialidades e insustancialidades que en el entorno de la gente joven es para «estar en boga». Con tal fin, en GlobalWebIndex formularon entre un total de 77,814 usuarios de la Internet, de 16 a 64 años de edad, lo siguiente ¿Cuáles son tus principales motivos para usar las redes sociales? A continuación, las 10 principales respuestas de diversos grupos:

  1. Estar en contacto con mis amigos (42 por ciento).

  2. Mantenerse al día con noticias y eventos actuales (41 por ciento).

  3. Rellenar el tiempo libre (39 por ciento).

  4. Encontrar contenido divertido y entretenido (37 por ciento).

  5. Hacer networking con otras personas (34 por ciento).

  6. Porque muchos de mis amigos están en ellas (33 por ciento).

  7. Compartir fotos o videos con otros (32 por ciento).

  8. Comunicar mi opinión (30 por ciento).

  9. Encontrar productos para comprar (29 por ciento).

  10. Para conocer gente nueva (27 por ciento).

Si a lo anterior ponemos en consideración que en las décadas de los 70, 80 y 90 la gente que se asumía neofascista tenía por cierto que era mejor no hablar en público sobre su ideología, ya que sabían que no era prudente exponer algo tan atroz y hasta obraban con sensata resignación y cierto grado de conciencia. Actualmente no sucede esto, de hecho, pasa todo lo contrario. Sin duda, esto tiene algo más que su historia, entendido de que en las dos últimas décadas se ha vivido una hegemonía cultural de la derecha, que no debemos aludirla exclusivamente al neofascismo, ya que desde 1946 en adelante, ha sido una transición estratégica de política-cultural que proyecta imponer su ideología. Y con el inicio del tercer milenio han acontecido dos cosas: por un lado, la derecha conservadora ha trascendido la Nouvelle Droite (Nueva derecha) de los años 60 del siglo XX, que luego se volvió hegemónica durante la década de los años 80 del siglo pasado y, por otro, la caída de los regímenes comunistas entre 1989 y 1991. Esto marcó una alteración de paradigma, por el que definirse o expresar posiciones que pertenecen a una ideología humanista, en sentido amplio, que reivindica aspectos de justicia social, se considera anticuado, mientras que cobijar un cierto tipo de nuevo tradicionalismo, el etnocentrismo, se considera una ruptura revolucionaria en los esquemas de la gente de la clase media alta o multimillonaria. En esa dirección, la teoría o conjunto de teorías de las oligarquías representa lo políticamente correcto y que rompe ese esquema siendo racista y clasista; hallándose portadora de un modelo que no tolera a quien no sea como ellos, determinan sin argumentos legítimos ni válidos. Por ello, sujetos que aseguran ser de derecha y que además evidencian ignorancia supina, se atreven a decir con descaro: ¡No defiendes lo políticamente correcto, entonces eres comunista! y así, cualquier demanda hacia la justicia social la dejan relegada a lo que equiparan con el añejo régimen conservador —que en gran mayoría desconocen— mientras que el nacionalismo y el tradicionalismo les resulta —gracias a la perversa manipulación de los medios masivos de comunicación— una novel y fresca idea, especialmente en la gente joven, lo que esta ignara sedición se prende de su fragilidad y falta de conocimiento y análisis.

Con el espíritu de no permitir más la vulnerabilidad de la gente que padece ignorancia supina, es vital analizar la agenda profundamente reaccionaria y radicalmente neoliberal, así como sus principales mecanismos de infiltración en las sociedades, planteando cómo censurar desde los hogares el auge del neofascismo y su progresiva «normalización», antes de que se expanda aún más esta peste que cuenta con la capacidad de destruir la democracia en nombre de los infames intereses de brutales grupos con insaciable soberbia y avaricia. De ahí el comprometernos a difundir y ser ejemplo de calidad humana para motivar la conciencia, la sensatez, la empatía y la fraternidad con afecto y justo discernimiento.

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