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¿La solución es ‘que se maten entre ellos’?



Por Omar Garfias

@Omargarfias


El gobierno intenta ocultar su fracaso en imponer el orden y garantizar la seguridad pública en una frase: “se están matando entre ellos”.

No es una solución real.

No es una ruta hacia la pacificación, la seguridad pública y la vigencia del Estado de Derecho.

Es un camino que sólo desembocará momentáneamente, al triunfar un bando, en un estado de Pax narca, el dominio de una sociedad por un grupo del crimen organizado, al que luego seguirá otro periodo de crisis.

La Pax narca es, de suyo, inestable. La historia demuestra que del interior del grupo vencedor brotan facciones disidentes o se recupera el grupo vencido y contraataca, o un grupo externo busca expandirse y viene a pelear.

En Sinaloa, a la crisis de 2008–2011 siguió la de 2017 y luego la actual, que empezó en 2024. Se intercalaron eventos de terror como los "culiacanazos".

La Pax narca está indisolublemente ligada a las crisis de inseguridad. No son estados distintos. Son partes del mismo proceso, porque en el crimen organizado hay muchos incentivos a la traición y el mecanismo de disuasión y resolución de diferendos es la violencia. No hay reglas ni códigos estables.

La Pax narca tampoco es una situación deseable. En un mes de Pax narca en Sinaloa, la tasa de asesinatos fue de 1.23 por cada 100 mil habitantes, mientras que en Yucatán, un estado con paz y seguridad, fue de 0.04.

Cuando un bando triunfe vendrá una Pax narca, y luego otra crisis... El cuento de nunca acabar.

“Que se maten entre ellos” es una falsa solución que, además, deshumaniza.

Propone desear la muerte de otros seres humanos, ver con algarabía esa tragedia, como requisito para el bienestar. Me centro en los empleados del crimen organizado.

La justicia consiste en que quienes deciden ser empleados del crimen organizado deban ser castigados por los delitos cometidos, con sanciones correspondientes al nivel del ilícito. Lo justo es que no sean los bandos delincuenciales quienes asuman el poder de imponer castigos, suplantando al Estado.

Cada muerte de un presunto delincuente evidencia el fracaso del gobierno en garantizar el orden público y las fallas de la sociedad. Sobre todo, cuando se da en las dimensiones que suceden en Sinaloa, donde no se habla de defectos y vicios de un puñado de personas, sino de la conducta de centenares de miles. Esas cantidades muestran un problema estructural, de funcionamiento de la sociedad.

"Ellos" son la carne de cañón de esta guerra. Son los muertos con cara de niño y los cadáveres con huaraches. Los empleados, insisto, los de abajo.

¿No son los jóvenes que se iban a alejar del crimen organizado porque los gobiernos de Morena, dicen, atacan las causas sociales de la delincuencia? ¿No son los jóvenes para quienes se creó el programa de “Jóvenes Construyendo el Futuro”?

¿No son los jóvenes que desertaron de la escuela y nadie los fue a buscar para reintegrarlos? ¿No son los adolescentes y jóvenes adictos que no tuvieron el tratamiento que necesitaban?

¿No son los niños y adolescentes que iban a reinsertarse en la sociedad y por eso estuvieron en los penales para menores de edad? ¿No son los jóvenes reclutados por la fuerza?

¿No son los niños a quienes, hace 15 años, debimos proteger su interés superior y garantizarles educación, salud, alimentación y otros derechos más? ¿No son los adolescentes que hace 10 años eran nuestra responsabilidad como comunidad civilizada que ve por todos sus miembros, sobre todo los más vulnerables?

¿No son los jóvenes que nacieron en contextos de violencia, a donde ninguna institución acude a trabajar con familias y grupos? ¿Cuántos de ellos tuvieron otra opción?

¿No son parte de los 4 mil 500 jóvenes que solicitaron trabajo en diciembre y no lo encontraron, según reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI)? ¿No son parte de los 84 mil jóvenes que trabajan por 8 mil 370 pesos mensuales o menos?

¿No son parte de nuestra comunidad? ¿Los asesinados son “ellos”, ajenos al “nosotros”? ¿No son seres humanos?

Pasamos del “abrazos, no balazos” al “dejen que se maten entre ellos”.

Dejen que se maten entre ellos quiere decir: dejen que muchos niños queden huérfanos; que muchas familias queden sin sostén, se desintegren, se llenen de dolor. Comunidades enteras muertas.

El mayor grado de deshumanización es pensar que nuestro bienestar consiste en que se asesine a seres humanos.

Es el pretexto más socorrido para minimizar cualquier asesinato. “Andaba mal”, es el pretexto de la autoridad. Con eso cubre su irresponsabilidad, su función no cumplida.

La solución real es que el gobierno prevenga el delito, investigue, persiga a los delincuentes y aplique los castigos que determine el Poder Judicial.

La solución real es que el gobierno sea capaz de cumplir con su obligación, para lo que se creó, para lo que se le paga, que cumpla lo que prometió.

El gobierno es el responsable de nuestra paz y seguridad.

No podemos esperar a que se maten entre ellos ni a que la actividad principal del gobierno estatal sea  sentarse a ver cómo sucede, como espectador.

No caigamos en la trampa de degradar el alma festejando el dolor y la sangre de otro ser humano.

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