¡Qué hay de nuevo… Viejo!
Por Araceli Mendoza
@Arinmaldoza
Dicen que los ojos son la ventana del alma (o del corazón) de las personas. Hay miradas interesantes, llenas de compasión, atrevidas, de maldad... Por eso es importante siempre ver a las personas de frente y a los ojos.
En el caso de la pandemia, se dieron por sentadas las videollamadas con imágenes congeladas o cuadros en negro, una práctica que hasta la fecha permanece para dar soluciones inmediatas, sin tener que trasladarse a algún lado.
Desde donde te encuentres, la videollamada acerca a las personas, pero no es igual ver a una persona a los ojos, directo, que a través de una pantalla.
¿No te sientes un tanto sin libertad de hablar, de ver la gesticulación de las personas, de ver su piel, sus manos? Estamos secuestrados por la tecnología, y la COVID-19 trajo esta modalidad para los seres humanos, despersonalizando a cada uno y cambiándolo por una pantalla. De hecho pienso que la personalidad de cada persona también se pierde. Hay quienes sólo abren su micrófono y no los ves.
Pero los animales siguen libres. Podría recitar el monólogo de Segismundo, esa perfecta joya engarzada de “La vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca (1635). Es una joya ver cómo Segismundo estaba privado de la libertad sin saber por qué tenía que estar en una mazmorra.
¿Algunas vez has observado la mirada de un animal en un cartel o fotografía? La intensidad de su mirada es verdaderamente espectacular, porque es la ventana de un ser con vida, con libertad, con un gran misterio. Lástima que no puedan hablar, porque el contenido que agrupan en la cabeza, visto a través de sus ojos, debe ser la libertad.
Esa libertad que pierde más cada día el ser humano. ¿Acaso Segismundo, coartada su libertad, profundizó tanto al experimentar lo bueno y lo malo encerrado?
Muchos no toleraron el encierro que la pandemia marcó hace tres años: un encierro aterrador, de incertidumbre, de angustia. Sin libertad.
La preciosa libertad de tener el libre albedrío de ir a dónde tu quieras y no sentir el plomo del encierro. Segismundo es el mísero e infeliz protagonista, prisionero de por vida. Eso lo hace inferior a los seres y las cosas pues, sin libertad, el hombre no es plenamente humano. La vida de los condenados en prisión termina por la falta de libertad.
Me preocupa no tener la libertad de elegir a mis gobernantes. El Instituto Nacional Electoral (INE) ha preservado ese bien y lo ha impartido por igual a todos.
En su nombre dice NACIONAL, porque es de los mexicanos. Ahora está en riesgo de perder la DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD, porque todos vamos en el barco de la DEMOCRACIA y no podemos permitir que nos despojen de nuestra libre elección del candidato, de aquél al que podamos elegir con LIBERTAD.
México es una gran nación, pero no está libre de caer en una tiranía. Por desgracia, la mayoría de sus habitantes sufre de pobreza y no ha recibido los frutos que derivan de la educación.
Desde hace tres años aumentó en gran medida el número de pobres. Las dadivas que reparte el poderoso hacen ciego al pueblo, a ese pueblo con mirada triste, con mirada de desesperanza.
Y cierra los ojos y estira la mano, sin importarle su libertad, por la enorme necesidad de esa dádiva. Nada importa hacer fila en pleno rayo del sol por tres horas, para obtener un beneficio.
La mirada de los animales siempre será de LIBERTAD. Los mexicanos debemos abrir los ojos, con mirada de fuerza, de DEMOCRACIA. No tenemos por qué perderla.
quehaydenuevoviejo760@yahoo.com
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