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La elección abrió los ojos de algunos; otros, prefieren cerrarlos



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Por Omar Garfias

@Omargarfias


El escenario de competencia.

La Secretaría del Bienestar está usando la estructura de Servidores de la Nación. Utilizando las brigadas para decirle a la gente que el presidente quiere que sea Claudia, están haciendo un acarreo deveras monumental: Marcelo Ebrard. 17 de agosto 2023.



19 mil 700 empleados de gobierno, los intermediarios entre los programas sociales y sus beneficiarios, se convierten en promotores del voto de Morena. Hasta el mismo chaleco.

En 2019, el presidente impulsó una ley que prohíbe que un funcionario al salir del gobierno sea contratado por una empresa privada del ámbito donde se desempeñó. Deben esperar 10 años, bajo el argumento de que pueden no ser imparciales por la promesa de un futuro trabajo y porque manejan información privilegiada.

Por esas mismas razones debería impedirse que los “siervos” se integren a Morena, pero eso no se ha limitado, hay vía libre. Su contrato depende del resultado electoral y la información que manejan es propiedad del gobierno, por lo que su labor para coaccionar el voto es ilegal además de inmoral.

Aquí, en Sinaloa, los mandos superiores de Bienestar se convirtieron en candidatos.

En Sinaloa hay mil 90 servidores de la nación. Más que en otras 29 entidades.

La intromisión gubernamental incluye que López Obrador, usando la plataforma comunicacional oficial, durante la campaña llamó “ladina”, “pelele”, “títere”, “empleada de la oligarquía”, a la candidata de la oposición; hizo públicos, violando la ley, documentos fiscales de sus empresas, e insultó como “vendidos”, “alquilados”, “vividores al servicio del régimen de opresión” a personas que pidieron el voto por Xóchitl.

No lo hizo Mario Delgado en una sede de Morena como parte del proselitismo partidario. Lo hizo el presidente, con recursos públicos.

AMLO provocó 50 medidas cautelares del TRIFE, que no acató, por su propaganda electoral permanente contra la oposición.

El 16 de julio de 2021, López Obrador destapó a los aspirantes a la Presidencia por Morena, como siempre en instalaciones oficiales, e inició el derroche de recursos para pintas, mantas, espectaculares, mítines y giras que todos vimos y nadie ha explicado su origen.

En Sinaloa, en Palacio de Gobierno, en eventos públicos, se le entregó nombramiento al coordinador de campaña de Adán Augusto López y se ratificó una lista de candidatos de Morena.

El crimen organizado mantiene el control de varios territorios y ayuntamientos. Los secuestros del 2021 establecieron un código de conducta que la mayoría de actores políticos obedece disciplinadamente.

Aun así, el proceso electoral padeció acciones violentas. El secretario de organización del PAS fue secuestrado y decenas de candidatos renunciaron.

Miles de votos, temas de campaña, financiamiento y candidaturas se deciden en una mesa oscura.

Muchos medios de comunicación también siguen los lineamientos del oficialismo. Se nota.

El terreno de competencia para las oposiciones es sumamente inequitativo.

Enfrentan a un partido-Gobierno.

Su competidor tiene recursos sin límite, una ética política sin límites y alianzas con poderes fácticos sin límites.

Dejar de denunciarlo no solo es someterse, es promoverlo.

Una estrategia de denuncia es imprescindible, un conjunto de acciones sistemáticas en diferentes foros.

Las oposiciones también compiten con otra loza enorme a cuestas: el repudio social a los partidos tradicionales.

El 45 por ciento de los electores sostienen que nunca votarán por el PRI, según una encuesta de Reforma.

Empiezan el partido perdiendo 4 a 0.

Deben hacerse cargo que muchos miembros y la imagen del partido representa el pasado al que los electores no quieren volver.

Veracruz es un buen ejemplo: se abre una oportunidad ante seis años de pésimo gobierno y una candidata desprestigiada, pero se le opone un Yunes, un apellido ligado al peor pasado y manchado de corrupción. Se pierde la oportunidad.

El PRI, el PRD y el PAN son marcas difíciles de votar.

Una explicación plausible es que miles de inconformes con el obradorismo votaron por MC no por lo que encontraron ahí, sino por lo que no había ahí: el PRIAN. Otros miles se abstuvieron.

Hay que entender cuán repudiada es su marca entre la mayor parte de los electores.

Entender que ya recibieron una segunda oportunidad, con la narrativa del “nuevo PRI” de Peña Nieto y volvieron a fallar.

Entender la necesidad de refundarse y rendir cuentas.

Entender que los errores de los gobiernos del PRIAN pavimentaron el camino al lopezobradorismo y ahora su triunfo avasallador.

Entender que una parte del electorado ni los escucha, ni les cree.

Entender que, para muchos, es tiempo de retirarse.

El primer paso para una reconciliación entre los ciudadanos y los partidos reclama demostrar que éstos ya no son lo mismo de antes.

Las campañas para lavar la imagen han fracasado, porque ha faltado lo esencial: reconocer los errores y hacer una autocrítica rotunda, esto es, rechazar lo malo de su pasado.

En 2018 los partidos de oposición no hicieron una autocrítica ni hacia adentro ni hacia afuera. Tampoco en 2021.

Un buen número de mexicanos parece requerir más garantías y seguridades antes de apoyarlos.

No ha sido suficiente el llamado al voto antiobradorista.

Admitir los errores es la señal de que no se tiene la intención de repetirlos, es el marco para valorar justamente lo que sí funcionó.

Otra exigencia fundamental no satisfecha a la ciudadanía, es el deslinde de la corrupción.

Ante el grito de hartazgo de corrupción que significó la elección de 2018, los partidos opositores no han reforzado sus filtros éticos. No reaccionaron.

El tamaño de la derrota que les infligió Morena no les llevó a ser más rigurosos con la fama pública de sus cuadros, no crearon ninguna nueva práctica que generara confianza, ninguna nueva manera de aclarar los señalamientos, mucho menos someterse a exámenes independientes y autónomos.

Participan en elecciones de estado cargando la loza de ser los representantes del pasado y la corrupción.

Tiren la loza, al menos. Son imprescindibles acciones de autocrítica, abjurar del mal pasado, y de deslinde de la corrupción.


Cada vez que se propone un cambio, la gente dice que es mala idea.

Tony Blair


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