Por: Fernando Silva
La disertación y deliberación de los conceptos femenino y masculino, permite inquirir sobre la conciencia como la capacidad que tenemos cada quien para reconocer nuestro entorno y ubicarnos en función de la lucidez; la capacidad de reflexionar sobre la realidad asumiendo una postura frente a ella y juzgar nuestras acciones desde una perspectiva ética-moral en relación a nosotros mismos y hacia los demás, cobrando relevancia a partir de las transformaciones que se incorporan a los modelos culturales en que se construye el sentido y significación sociosimbólica que mujeres y hombres predeterminamos; por lo tanto, el conjunto de rasgos que nos caracterizan se ha complejizado, así que podemos preguntarnos con respeto y sensatez ¿qué es ser mujer?, ¿qué es ser hombre?, y desde la noción ética-moral ¿qué es ser humano? Ya que no tiene que ver tan sólo con los genes, hormonas o los genitales con los que se nace, ni con las valoraciones deontológicas de cada individuo o sociedad, ya que para muchos el sexo, género e identidad cultural establecen relación, pero son diferentes a partir de quién eres o quieres ser; no obstante, para numerosas personas esto no es así, pero tampoco definen su criterio, por la simple razón de que no activan sus procesos cognitivos conscientes: El juicio, el razonamiento, la formación de conceptos, la resolución de problemas o la deliberación.
Aquí el impulso de la equidad de género, la consecución de la aplicación de los derechos universales, la constante búsqueda para la eliminación de la violencia de todo tipo y la experiencia al saber, declarar o manifestar sobre la existencia humana —con las cauciones que se admiten en cada caso— deberían ser primordiales en todos los programas que impliquen el progreso de toda sociedad, en especial, cuando el quebrantamiento de los derechos filtra sus consecuencias mucho más allá de quien las sufre; por lo tanto, las injusticias, la discriminación o las vejaciones están por encima del «ser» singular, ya que se traducen —de diversas maneras— en desequilibrio y/o desconfianza para todos.
En este entendido, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) brinda orientación respecto a una educación transformadora de género para reimaginar la cultura en un mundo más justo e inclusivo, en el que nos presenta el siguiente glosario:
Equidad de género es el proceso de ser justo con las mujeres, los hombres, las niñas, los niños y las minorías de género. Para garantizar la equidad, a menudo deben estar disponibles estrategias y medidas para compensar las desventajas históricas y sociales de las mujeres, las niñas y las minorías de género que impiden que las mujeres, los hombres, las niñas, los niños y las minorías de género operen en igualdad de condiciones. La equidad conduce a la igualdad.
La Igualdad de género requiere el disfrute igualitario por parte de mujeres, hombres, niñas, niños y minorías de género, de bienes, oportunidades, recursos y recompensas valorados socialmente. Significa que todas las personas, independientemente de su género, disfrutan del mismo estatus en la sociedad; tienen los mismos derechos humanos; disfrutan del mismo nivel de respeto en la comunidad; pueden aprovechar las mismas oportunidades para tomar decisiones sobre sus vidas; y tienen el mismo poder para influir en los resultados de estas decisiones.
La identidad de género se refiere a cómo se siente un individuo acerca de su propio género. Las personas pueden identificarse como hombre, mujer o como otra cosa y su identidad de género puede o no ser la misma que el sexo que se les asignó al nacer. Todos tienen una identidad de género y expresan su género de una manera única y personal.
Normas de género son expectativas o reglas informales, profundamente arraigadas y generalizadas sobre cómo debe comportarse cada género. Cada sociedad tiene normas de género distintas porque el género en sí mismo no es fijo, pero el concepto de normas de género tiene en su centro la noción de relaciones de poder y prestigio desiguales entre hombres y niños, y mujeres y niñas, o de una minoría de género.
Educación sensible al género, identifica y aborda las diferentes necesidades de niñas, niños, mujeres y hombres para promover la igualdad de resultados. No busca explícitamente corregir las desigualdades de género.
Sensible al género, muestra conciencia de las diferencias y desigualdades de género, pero no necesariamente las aborda.
Interseccionalidad es la comprensión de que la identidad de una persona se compone de múltiples factores que se entrecruzan, como la edad, la pobreza, la clase, la raza, el origen étnico, la casta, el idioma, el estado de migración o desplazamiento, el estado serológico respecto del VIH, la discapacidad, la identidad de género y/o la orientación sexual, que se combinan tanto para beneficiarlos como para perjudicarlos, y que no se pueden separar.
El término ‘en toda su diversidad’ significa reconocer, aceptar, celebrar y encontrar fuerza en las diferencias individuales tales como género, edad, nacionalidad, raza, etnia, habilidad, orientación sexual, estatus socioeconómico, creencias religiosas, creencias políticas u otras ideologías. Para las partes interesadas, esto implica respetar esta diversidad y encontrar formas de apoyar su expresión positiva.
Un estereotipo es una idea o imagen fija y generalizada de un tipo particular de persona o cosa.
El enfoque de escuela integral es una estrategia que toma en cuenta la interconexión de las escuelas, las comunidades y las familias para mejorar el entorno escolar para los estudiantes, el personal y los miembros de la comunidad.
Por lo anterior, es de suma importancia tener presente que buena parte de la reivindicación social tiende hacia quien tiene más, ya que no es recurrente observar que alguien se manifieste en función de querer ser igual al que tiene menos; lo que permite reflexionar sobre si esta manera de deliberar respeta la equidad, es decir, que se fomente la idea sobre la propensión a dejarse guiar en franca desventaja a la disposición del ánimo que permite brindar a cada persona lo que por derecho desea alcanzar o lograr, más, si damos cuenta sobre la envidia igualitaria o la tiranía de la igualdad, avivadas por sectores conservadores, clasistas y discriminatorios insertados en las sociedades, así como por partidos políticos de ultraderecha que invitan a imitar al prójimo por mímesis: Tener, hacer o ser lo mismo; lo patológico es que tal llamado degenera en descrédito: Que no sea, no haga o no tenga más.
Otro aspecto a considerar es que históricamente —la equidad, los valores y derechos entre mujeres y hombres— han sido vulnerados sistemáticamente por las oligarquías, y no por su fortaleza filosófica, sino porque para esta proterva clase social son simplemente impracticables. De esta manera, la democracia, la justicia y todo aquello que salvaguarde la soberanía y los derechos universales los consideran como un riesgo; infieren que las formas y recursos de organización social conducen a la anarquía y genera caos, por lo que defienden con amenazas y hasta con asesinatos la construcción de su «orden» asentado en un poder permanente y vitalicio, legitimado e impuesto por la jerarquía de sus dogmas. Para estos personajes que corrompen el orden, la justicia y estado habitual de las cosas es categórico que ponderen: Nosotros mandamos, ustedes obedecen.
Por consiguiente, en todo ámbito, la educación es la estructura social más importante para lograr la equidad de género, sin embargo, esto no se observa posible, no al menos en total satisfacción en donde se evidencia menor grado de reconocimiento en la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones, de ahí que si los sistemas democráticos no se establecen, se antoja complicado garantizar y deponer los esquemas que discriminan y obstaculizan la disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que por mérito se merece en base al respeto, la dignidad, la justicia, la empatía y la conciencia.
Por ello y en pro de sociedades más justas e inclusivas, todos tenemos un rol primordial en la transmisión de valores y de los discernimientos entre aquello que consideramos razonable y acorde con lo que se piensa es justo y correspondiente a las virtudes individuales y colectivas, con la intención de lograr avances significativos respecto a la voluntad, albedrío, inteligencia, responsabilidad y el bien común tanto en la teoría como en la práctica. Fundamentalmente, reflexionar que el fin no es la libertad, es el principio que debe regir, así como permitir lograr óptimas condiciones en los vastos horizontes en el desarrollo de todas nuestras aptitudes, capacidades y facultades.
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