Texto e imagen de Fernando Silva
Aportar en el fortalecimiento de la consciencia con ideología humanística y en pro del bien común es una cualidad que todos —salvo aquellas personas que lamentablemente padecen algún trastorno mental— debemos inspirar como digno principio de nuestra capacidad de entender y comprender, entre otros aspectos, cómo los caos políticos y económicos, la corrupción y el cohecho, la delincuencia de cuello blanco, el crimen organizado, el extremismo violento, las pandemias bacteriológicas y virales, el consumo de drogas químicas, los ataques cibernéticos, la trata de personas, el tráfico de armas y, esencialmente, la violencia de todo tipo, la estupidez y la mala intención, se mantienen y, peor aún, se incrementan alrededor del orbe. De ahí que resulte truculento el disfrutar a plenitud la convivencia con familiares, parientes, amistades o de los Juegos —de verano— Olímpicos de París 2024, aún más cuando nos enteramos que el judoka Peter Paltchik, soldado de las Fuerzas de Defensa de Israel y abanderado del equipo israelí (nacido en Ucrania), firmó bombas dirigidas para asesinar a palestinos y se jactó de ello con un mensaje en su cuenta de «X» @peter_paltchik: «From me to you with pleasure» (De mí para ustedes con placer). Asimismo, el caso del voleibolista de playa neerlandés, Steven van de Velde, condenado por violación en 2016 cuando él, con 19 años en agosto de 2014, indujo al consumo de alcohol a una niña de 12 y mantuvo relaciones sexuales con la menor, por lo que fue vituperado en su debut por parte del público presente en la justa olímpica.
En ese estúpido proceder, tenemos en la oscura figura de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, declarado por la Corte Penal Internacional como criminal de guerra, al mayor representante de lo que entendemos sobre quien actúa dejándose llevar por la ira y la soberbia, secundado por lóbregos personajes con perversas doctrinas de la política capitalista conservadora como Donald John Trump, Giorgia Meloni Paratore, Marion Anne Perrine Le Pen, José María Aznar López, Javier Gerardo Milei, Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín, José Antonio Kast Rist, Jair Messias Bolsonaro, Vicente Fox Quezada, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa… Que en lo individual y en conjunto hacen hasta lo innombrable para joder en sus países y a naciones en eterno subdesarrollo, tan sólo para expandir su insaciable avaricia y sus mezquinos intereses. Ante tales pelmazos, es importante exigir se haga respetar y se aplique a cabalidad la declaración proclamada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la resolución 2542 (XXIV) aprobada el 11 de diciembre de 1969, sobre «El progreso y el desarrollo en lo social», ya que parece no tener vigencia para alto porcentaje de la humanidad y, particularmente, para ese deleznable grupo de oligarcas —diseminados como cáncer por todo el planeta— que insisten en controlarlo todo con su mentada idea del «Nuevo Orden Mundial» que, dicho sea de paso, se fundamentó en lo que se llamó el «Mundo bipolar», es decir, la división de las lealtades entre Estados Unidos de América (EUA) y lo que fuera la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS), en relación al ejercicio y ostentación de estas superpotencias en los campos económico y militar, esencialmente conocida como «La guerra fría».
El «provechoso» concepto económico global de los potentados es referente habitual entre tecnócratas internacionalistas y estadistas-especuladores de los centros financieros más influyentes del mundo: Nueva York, el epítome de las finanzas; Londres, la City que marca la pauta; Tokio, el poder financiero de Asia; Hong Kong, puente entre Oriente y Occidente; Zurich, «refugio» de las finanzas europeas, y Singapur, que ha emergido como la «joya financiera de Asia», así como de los medios de desinformación masiva controlados por cúpulas hegemónicas ultraderechistas, quienes le dan una singular significación a su modelo, equiparándolo al de relaciones internacionales, sociedad internacional o sistema mundial, justificándolo en función de que «Vivimos un cambio de época», en donde braman su inclusión en la geo-economía con brutal e irracional disrupción. Sobre el particular, la revista inglesa The Economist aseguró, en el reporte especial titulado El orden liberal internacional está cayendo lentamente: «El orden que ha regido la economía mundial desde la Segunda Guerra Mundial está hoy al borde del colapso. Un número preocupante de factores desencadenantes podría ocasionar un descenso hacia la anarquía, donde la guerra vuelve a ser el recurso de las grandes potencias».
En esa dirección del entendimiento, el catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, doctor Antonio Remiro Brotóns, expuso en su texto El nuevo orden mundial de la tribu opulenta: «Bajo la primacía de Estados Unidos de América (EUA), se tiende a la falta de estructura formal hacia los centros de poder en grupos de Grandes Potencias, como el G-7, el G-8 o los grupos de contacto (como el de la antigua Yugoslavia), para situaciones concretas, haciendo de las instituciones internacionales meras herramientas de ejecución de sus decisiones. La voluntad hegemónica de EUA es manifiesta y explícita. Los inquilinos de la Casa Blanca son propensos a arrogarse la representación planetaria (“EUA y la sociedad internacional”, “EUA y el mundo...”) y en insistir en que “sólo Estados Unidos de América tiene estatura moral y medios” para conducirlo. La Nueva Agenda Transatlántica (NAT), firmada en Madrid, España, el 3 de diciembre de 1995, entre Estados Unidos de América y la Unión Europea, amén de expresar la autosatisfacción de la sociedad de las riberas atlánticas del hemisferio norte y una cierta proyección milenarista (“en el umbral de un nuevo siglo hay un nuevo mundo que tenemos que ordenar”), pudo implicar la constitución de un directorio sobre los pilares americano y europeo de la democracia capitalista desarrollada, cuya armonía y recíproca devoción se repite tanto que acaba en sortilegio».
Por consecuencia, podemos asentar que el término «Nuevo Orden Mundial» carece de sentido o carácter específico, es decir, de contenido significativo para la mayoría de la gente, por lo tanto es vital conocer, leer, reflexionar, dialogar y divulgar la propuesta del economista Arthur Cecil Pigou, propulsor del marco teórico de la denominada Economía del Bienestar, así como autor de múltiples ensayos sobre las ramas de la economía pública, los bienes públicos y la teoría del desempleo, en donde aborda cuestiones relativas a la eficiencia socioeconómica y la prosperidad social y cultural, asimismo, en favor de las ideas de justicia, la equidad, lo moralmente justo y el amparo a los derechos humanos, constituyendo sistemas que den lugar a la óptima distribución —entre sus habitantes— de los beneficios económicos que se obtienen de los recursos naturales y materiales en cada nación, por lo que la medición del desarrollo y seguridad es clave al implementar sanas políticas públicas.
Estos valores humanistas representan los fundamentos de la fraternidad colectiva, definida como la capacidad de cualquier persona que tenemos como propósito garantizar el bien vivir de todos los integrantes de la comunidad y, por consiguiente, del país en que se radica, reduciendo las disparidades y la marginación. Así lo reconocemos y, en consecuencia, actuamos a favor de elevar la calidad de conciencia, en la definición de entendidos que procuran la cohesión social y de toda referencia sobre «Ser humanos», como una de nuestras prioridades.
Quizás al considerar esto, algunos de los que escriben hipótesis o tratados sobre la materia, comparen y expongan las dificultades implícitas, pero si tales investigaciones implican juicios éticos, tal cognición es transcendental si se pretende que sus análisis económicos tengan significación en pro de la buena ventura de los pueblos, por lo que de manera contundente decimos: No a ese Orden Mundial, sí a la Economía de Bienestar.
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