En la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, nadie tuvo éxito y surgieron voces para que las conferencias de las partes (COP) sobre cambio climático tengan una reingeniería total para poder obtener resultados tangibles. Por lo pronto, una vez más las esperanzas se trasladan a la siguiente reunión, la número 30, en Belem, Brasil.
Los países en desarrollo califican el acuerdo de Bakú como un insulto; para muchos es solamente una ilusión óptica.
Nadie tuvo éxito. Ese fue, lamentablemente, el resultado de la COP29 (Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), celebrada del 11 al 22 de noviembre bajo el lema de solidaridad por un mundo verde.
En la COP, segunda consecutiva realizada en un país petrolero, había esperanzas de cristalizar los esfuerzos por alcanzar fuertes compromisos para reducir la temperatura de la Tierra y limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados para reducir los efectos peligrosos sobre los ecosistemas y la salud humana, además de limitar la exacerbación de los climas extremos, el aumento del nivel del mar y la disminución del hielo marino en el Ártico.
Los esfuerzos fueron infructuosos y la conferencia no tuvo cifras claras ni planes tangibles. El único acuerdo fue que los países ricos se comprometieran a invertir 300 mil millones de dólares anuales para combatir el cambio climático, reducir las emisiones de carbono y adaptarse a los impactos ambientales en los países en desarrollo, aunque pocos confían en este acuerdo, toda vez que no han sido capaces de reunir los 100 mil millones de dólares anuales comprometidos para el Fondo Verde del Clima.
El acuerdo señala que deberán destinarse, por lo menos, 1,3 billones de dólares para 2035 para ayudar a los países pobres a enfrentar el impacto del cambio climático, con al menos 300 mil millones de dólares anuales procedentes principalmente de los países industrializados, pero sin especificar qué parte debe aportar cada uno de ellos hasta 2035.
Los países en desarrollo buscaban un acuerdo que incluyera un financiamiento de más de un billón de dólares por parte de los países industrializados que provocan el aumento de la contaminación y las emisiones de carbono, por lo que calificaron el documento como un "insulto", ya que no les proporciona el apoyo necesario para combatir la crisis climática.
El compromiso financiero de los países europeos, Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón y Nueva Zelanda, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, se centra en aumentar los préstamos y subvenciones a los países en desarrollo, de 100 mil millones de dólares a "al menos 300 mil millones de dólares" anuales hasta 2035.
Este dinero se destinaría a ayudarlos para adaptarse a las inundaciones, las olas de calor, las sequías, los immpactos climáticos extremos y para invertir en energía baja en carbono, en lugar de desarrollar economías por medio de la quema de carbón y petróleo, como han hecho los países occidentales.
También se acordaron las reglas que regirán el mercado de carbono respaldado por la ONU, tal vez el único resultado positivo de la COP, que facilitará el intercambio de créditos de carbono para alentar la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero e invertir en proyectos respetuosos con el clima.
Los países en desarrollo habían solicitado un mínimo de 500 mil millones de dólares a más de un billón para alcanzar los objetivos, por lo que consideran que los 300 mil millones de dólares serán como los 100 mil millones asignados con anterioridad: tinta sobre papel, que generalmente no respetan los países ricos.
Durante 29 años, muchos han visto a las conferencias sobre cambio climático como un lugar sólo para hablar, sin una presión real para que los países industriales ricos (el Norte) y los petroleros instrumenten los acuerdos, mientras los países del Sur global –que no contribuyon mayormente a la crisis climática– padecen la mayoría de las consecuencias.
Cada año África, Oriente Medio, el Norte de África, la región de Asia y el Pacífico, América Latina y el Caribe, pagan el costo del empeoramiento del cambio climático, en términos de daños a la infraestructura, pérdidas de cosechas, desaparición de tierras bajo el mar, destrucción de medios de subsistencia y pérdidas de vidas, debido principalmente a que los países del Norte aún usan modelos de crecimiento basados en combustibles fósiles, con lo que aumentan las emisiones de carbono y la contaminación ambiental.
En las 29 reuniones de la COP hay muchas promesas incumplidas por los países industrializados, desde el Protocolo de Kioto de 1993 hasta el Acuerdo de París en 2015 para reducir las emisiones y evitar la continuación de los desastres climáticos y el calentamiento global.
Desafortunadamente, el “lobby” de los productores de combustibles fósiles como el petróleo ha ejercido presión en las salas de conferencias para que ninguna declaración final se refiera explícitamente a detener la extracción de combustibles fósiles para el año 2050.
La COP29 comenzó con una crisis, cuando Argentina, el segundo país más grande de América Latina, anunció su retiro de las conversaciones, después de que los negociadores fueran convocados por el presidente Javier Milei.
Algunas delegaciones y medios de comunicación vincularon el retiro al planteamiento de Milei al calificar a la crisis climática como una "mentira socialista", a lo que Manuel Adorni, portavoz del presidente electo de los Estados Unidos, escribió en la red social "X" sobre la comunicación de Donald Trump con el presidente argentino, toda vez que Trump ha calificado anteriormente a las conferencias climáticas como un "engaño", por lo que se retiró del Acuerdo de París cuando era presidente. El actual presidente, Joe Biden, hizo que los Estados Unidos volvieran al Acuerdo de París.
La ministra francesa de Transición Ecológica, Agnès Pannier Runacher, también se negó a participar en la conferencia, al calificar como decepcionantes sus resultados, y luego de las críticas que el presidente de Azerbaiyán dirigió a Francia en la apertura de la conferencia, acusándola de crímenes coloniales.
Acuerdo tardío y débil
El Grupo Africano criticó el compromiso financiero de 300 mil millones de dólares, al cual consideró como "demasiado débil y muy tardío".
Chandni Rayna, la representante de la delegación india, declaró: "Lamento decir que el documento es una ilusión óptica, que no abordará la enormidad del desafío que enfrentamos".
La conferencia fue testigo de largos debates y fuertes desacuerdos, que requirieron la intervención de varias partes para salvarla antes de anunciar su fracaso.
El equipo egipcio, encabezado por la Dra. Yasmine Fouad, ministra de Medio Ambiente, hizo grandes esfuerzos, ya que ella y su homólogo australiano Chris Bowen coordinaron las vías de negociación en el expediente de financiamiento en nombre de la Presidencia de la conferencia, especialmente los aspectos políticos altamente difíciles. Egipto fue anfitrión de la COP27 en Sharm El-Sheikh, en 2022, donde se aprobó la creación del Fondo de Pérdidas y Daños.
Egipto desempeñó un papel destacado al acercar puntos de vista en la Conferencia de Bakú para tratar de salvar la conferencia del fracaso total y no emitir una declaración final debido a las diferencias entre los estados miembros.
El Dr. Badr Abdel Aati, ministro de Asuntos Exteriores e Inmigración de Egipto, explicó que el foco debía estar puesto en el financiamiento climático, tener en cuenta las preocupaciones de los países en desarrollo y trabajar para lograr el objetivo de la transformación verde de manera justa.
Por su parte, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, dijo que esperaba un acuerdo más ambicioso sobre el financiamiento y la mitigación de los efectos del cambio climático "para estar a la altura del desafío que enfrentamos", pero consideró que el acuerdo actual proporciona una base sobre la cual construir.
Subrayó la necesidad de cumplir plenamente y a tiempo el acuerdo alcanzado. "Las promesas deben convertirse rápidamente en dinero, y los países deben unirse para garantizar el logro de este nuevo objetivo".
Guterres destacó varios puntos, entre ellos que los países deben presentar nuevos planes nacionales de acción climática a nivel de economía, consistentes con el límite de aumento de temperatura de 1,5 grados, antes de la COP30 el próximo año, en Brasil, y subrayó la necesidad de que el G20, que representa a los países más emisores, tome la iniciativa.
La COP29 había indicado que el financiamiento tiene como objetivo ayudar a los países en desarrollo a mejorar la protección climática y adaptarse a los efectos devastadores del calentamiento global, como las sequías, tormentas e inundaciones recurrentes y extremas.
Los países industrializados actualmente recaudan más de 100 mil millones de dólares anuales en ayuda climática pero, según un grupo independiente de expertos de la ONU, la necesidad de ayuda exterior se estima ahora en alrededor de 1 billón de dólares al año hasta 2030, y podría llegar a 1,3 billones de dólares en 2035.
En cuanto a las contribuciones adicionales para alcanzar los 1,3 billones de dólares al año, el acuerdo exige a los bancos multilaterales de desarrollo aumentar significativamente sus préstamos o cancelar las deudas de los países pobres, además de animar a más países donantes a participar.
El plan está redactado de forma tan amplia que los activistas climáticos lo criticaron por no identificar a un organismo específico como responsable de alcanzar el objetivo global. Países como Alemania no están obligados a entregar cantidades específicas en virtud de la resolución.
Al final, la conferencia de Bakú estuvo en peligro de fracaso durante dos semanas y se prolongó más de 30 horas. Grupos enteros de países abandonaron las negociaciones horas antes de terminar pero, finalmente, se logró llegar a un acuerdo después de que países como Egipto y Australia intervinieran.
Greenpeace afirmó que la COP29 fue una oportunidad perdida para lograr la justicia climática en el Sur Global, con un acuerdo en extremo decepcionante en torno del objetivo de financiamiento climático por 300 mil millones de dólares para 2035.
Expresó su profunda preocupación por un resultado inadecuado, que no aborda la necesidad urgente de la crisis climática, dejando a los países vulnerables con una crisis climática creciente, mientras los países desarrollados no cumplen sus responsabilidades.
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