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Edith Piaf, el pequeño gorrión



Por Mayra Núñez Perea

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Galería Mayra

 

¿Quién no ha escuchado la canción “La Vie en Rose” o la emotiva “Non Je ne regrette rien”, melodías que han trascendido generaciones y aún son icónicas gracias a la voz de Edith Piaf.

Cuando un día Edith cantaba en las calles fue descubierta por el empresario Louis Leplée, propietario del cabaret Le Gerny’s, cercano a los Campos Elíseos y uno de los más conocidos de París, en ese momento.

Edith Giovanna Gassion era una muchacha que medía 1.47 metros de estatura, pesaba 30 kilos y tenía unos hermosos ojos azules. Leplée la bautizó como "la môme piaf", que significa pequeño gorrión, pues la veía como un pajarillo con una poderosa voz, que finalmente adoptó como su nombre artístico.

Su infancia fue muy triste. Su madre, alcohólica y enferma, la dejó al cuidado de su padre, pero él tampoco podía hacerse cargo de ella, por lo que decidió llevarla a casa de su madre, quien regenteaba un prostíbulo.

Ahí pasó Edith su infancia, siempre muy cuidada y protegida por su abuela y por todas las mujeres que vivían con ellas.

Desde muy joven empezó a cantar en las calles y en los cafés de París para ganar algunas monedas

Uno de esos días la escucho Leplèe quien, a partir de entonces, se encarga de convertirla en una gran cantante y figura del espectáculo.

Sin embargo, su creciente fama se vio interrumpida por la muerte de su benefactor, a quien llamaba “papá”. En un principio fue la principal sospechosa de su muerte, pero se descubrió que los miembros de una pandilla, conocidos de Edith Piaf durante sus días en las calles, fueron quienes le privaron de la vida.

A partir de ese momento, Edith Piaf volvió a la vida desenfrenada a la que estaba acostumbrada: consumía drogas, bebía y tenía muchos amantes. La palabra exceso no figuraba en su vocabulario.

Finalmente logró superar el problema y comenzó a tener mejores amistades.

En la Segunda Guerra Mundial, Edith Piaf ya era la cantante francesa más importante y solía presentarse frente a las tropas de la Francia ocupada.

Edith se volvió famosa en todo el mundo y cantaba en diferentes países de Europa, en los Estados Unidos y en América del Sur.

Realizó muchos conciertos, especialmente en el Olympia Music Hall, en París, donde era admirada y amada por los parisienses, lo cual le permitía ganar mucho dinero, el cual dilapidaba con sus amantes.

Edith Piaf se convirtió en la musa de poetas e intelectuales del París existencialista y se ganó la admiración incondicional y vitalicia del público.

Conocida por su capacidad para transmitir emociones profundas, Piaf convirtió cada canción en un relato de amor, pérdida y esperanza.

Su interpretación de “La Vie en Rose” se convirtió en un himno al romanticismo y “Non, Je ne regrette rien” en un poderoso canto de aceptación y determinación.

Piaf no fue sólo una cantante, sino un símbolo de pasión y resistencia que aún ahora inspira a las nuevas generaciones.

Murió a los 47 años, en octubre de 1963, víctima de cáncer de hígado.

Fue sepultada en el famoso cementerio de Père Lachaise, en Paris. Su funeral fue un evento multitudinario, ya que miles de admiradores acudieron a rendirle un homenaje final.

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