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migueldealba5

Cuando el honor acaba, el declive es irremediable




Vulnera la confianza

de pactos y compromisos,

se vuelven casi enfermizos

los celos y la venganza.


Poema Sin perdón

(versos octosílabos),

de Classmann

Publicado en Poemas del alma


La política mundial, en ocasiones, se convierte en un escenario de ensueño donde los protagonistas se sienten infalibles, invencibles y rodeados de halagos que los elevan por encima de la realidad, como si el suelo ya no existiera bajo sus pies.

No importa el país, el continente o el rango del cargo que se ostente. Es común ver cómo el canto de las sirenas roba perspectivas y desdibuja los límites, no sólo de la prudencia, sino incluso de la decencia.

Alcaldes, gobernadores, diputados –locales y federales–, senadores y presidentes, convencidos de que sólo su luz guía al pueblo, caen inevitablemente en la ceguera de la soberbia. Cuando, finalmente, la realidad los alcanza, siempre buscan culpables a su alrededor, incapaces de analizar sus propias palabras y acciones. La falta de autocrítica y la ausencia de referencias externas que los confronten con la verdad los deja sin herramientas para reconocer que, en efecto, están en la lona.

¿Qué tan real es esto en México?

Esta reflexión tiene una fuerte resonancia en nuestra realidad política. El país ha sido testigo, a lo largo de su historia, de múltiples ejemplos donde líderes políticos –diputados, gobernadores e incluso presidentes– han caído en esa desconexión del poder.

El culto a la personalidad es común en algunos que construyen su imagen como “salvadores” o figuras indispensables para el progreso del país o de su región. Esta narrativa refuerza la idea de que ellos son una especie de mesías, la única respuesta a los problemas sociales, y los aleja de la realidad. Se dicen doctos en los temas.

La corrupción y falta de rendición de cuentas -aunque combatidas con diversas estrategias- siguen como grandes desafíos. Al perder la brújula moral, muchos políticos terminan por justificar acciones indebidas o desviar responsabilidades, lo que lleva a escándalos y, en muchos casos, al declive de sus carreras.

En México es común que políticos comiencen sus mandatos con altos niveles de aprobación pero, con el tiempo, si no logran resultados concretos o caen en excesos, pierden el apoyo y la credibilidad rápidamente. Casos de gobernadores o presidentes municipales que terminaron sus periodos con denuncias, acusaciones o protestas no son raros.

Por supuesto hay buenos ejemplos vivos de seguir trabajando para los demás y caminan por las calles sin problema alguno, y sí, son muchos más que los corruptos que prefieren esconderse o atacar a los medios tratando de desviar la atención.

Otros inician sus carreras con un fuerte vínculo con la ciudadanía, pero al alcanzar altos cargos se distancian de las comunidades que los eligieron. Esta desconexión suele traducirse en políticas que no reflejan las necesidades reales del pueblo, acelerando el deterioro de su imagen.

En ocasiones, la política nacional tiende a privilegiar la imagen pública y la propaganda sobre los resultados tangibles. Cuando la realidad no coincide con el discurso, los ciudadanos reaccionan con escepticismo y desaprobación.

Nombres podría haber muchos, uno por año tal vez, y de absolutamente todos los partidos políticos. Ex gobernadores que terminaron perseguidos por corrupción; presidentes municipales que, tras mandatos marcados por la opulencia o el nepotismo, cayeron en el olvido y el desprestigio. Senadores y diputados que, tras perder el respaldo de sus partidos o de la opinión pública, desaparecieron de la escena.

México, como muchos otros países, tiene una ciudadanía cada vez más crítica y atenta, lo que hace que el declive de los líderes desconectados sea más rápido e irremediable.

Claro que para 2025 habrá más de uno que buscará refugiarse en alguna embajada -con el cargo bien puesto- eso sin duda.

La lista empieza a escribirse. ¿Adivinamos?

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