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Al presidente no le importan los campesinos



Por Omar Garfias

@Omargarfias


Los hechos lo demuestran.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha invertido un solo peso en las viviendas de los campesinos de Sinaloa.

En los cinco años de gobierno, el presupuesto nacional ha sido de 46 mil millones de pesos, según la información de la Secretaría de Hacienda, y no ha dedicado nada de ese recurso a Sinaloa para subsidiar a las familias que no tienen una vivienda de calidad.

Pedirle prestado al gobierno para mejorar la casa tampoco ha sido posible porque los campesinos no tienen acceso al Infonavit.

Ni apoyo gratuito ni préstamos para los 142 mil sinaloenses que necesitan un cuarto más o los 52 mil que viven con piso de tierra.

El gobierno federal sabe qué hay mucha necesidad, pues su organismo especializado, el Coneval, reporta que también hay 28 mil personas en Sinaloa que no tienen un techo de material firme.

De la misma forma, para dotar de electricidad a las familias que no cuentan con ese servicio, el presidente cuenta con el Fondo de Servicio Universal Eléctrico. De esa bolsa tampoco ha destinado nada para Sinaloa.

Los ayuntamientos han cargado con la responsabilidad de resolver esas necesidades con sus recursos.

En 2018, un millón 16 mil sinaloenses tenían acceso a los servicios de salud por medio del Seguro Popular. La mayor parte eran familias campesinas.

Llegó al gobierno López Obrador, desapareció esa institución, lo sustituyó con el Insabi, pero solo pudo atender a 689 mil personas.

Por la mala decisión decisión del presidente, 327 mil pobres perdieron el acceso a los servicios de salud.

Datos del Inegi, cuya directora fue nombrada por el presidente.

Las políticas del gobierno de Morena han empeorado aspectos importantes de la vida campesina.

No ha hecho políticas para mejorarla.

No creó un sistema de seguridad social que proteja los ingresos de los campesinos cuando no puedan trabajar por accidente, incapacidad ó cesantía.

A diferencia de quienes tienen IMSS o ISSSTE, los campesinos, si no trabajan, no comen, no importa lo enfermos o incapacitados que estén.

López Obrador tampoco transformó la forma de hacer los programas para el campo.

Se siguen haciendo como antes, en las oficinas refrigeradas de la Ciudad de México, muy lejos del surco.

Las decisiones las siguen tomando burócratas sin la participación del pueblo productor.

Se sigue repitiendo el penoso peregrinar para rogar el favor. Allá a la CDMX van gobernadores y campesinos.

El presidente fortaleció el centralismo, la peor manera de gobernar.

Tampoco conformó un gobierno en el cual los campesinos puedan confiar.

Les prometió un precio de garantía de 7 mil pesos por tonelada de maíz y les pidió que sembraran más, porque el país lo necesitaba.

Los productores de Sinaloa le cumplieron, sembraron 60 mil hectáreas más y produjeron 6 millones de toneladas.

El presidente no cumplió.

Dice que odia al neoliberalismo, pero su respuesta es neoliberal: que el precio de la mayor parte de la cosecha lo defina el mercado.

Con la negativa a fijar precio de garantía a todas las toneladas de maíz producidas, no sólo son afectados los productores directos excluidos.

Son, al menos, cinco mil millones de pesos que no entrarán a la economía del estado.

No habrá compra y venta de millones de abarrotes, ropa, calzado, materiales de construcción, medicinas, computadoras, consultas médicas, servicios profesionales, hospedaje, etc.

Bajará la calidad de vida de las familias campesinas, de los comerciantes y empleados de esas regiones.

Es falso que el presupuesto se está usando para ayudar a los campesinos del sur.

En México hay dos millones y medio de familias campesinas que siembran maíz para autoconsumo, pero el programa de “Sembrando Vida” sólo tiene 450 mil beneficiarios.

Tampoco hay programas de transferencia tecnológica, asistencia y mejoramiento de suelos para ellos. No les están ayudando a producir más. Sólo les dan pequeñas cantidades de dinero a algunos y bellísimas promesas a todos.

En la zona rural de Sinaloa viven 261 mil sinaloenses en situación de pobreza.

No han vivido ninguna transformación para su bien.

Al presidente no le importan las carencias que padecen.

Andrés Manuel López Obrador no puede usar su acostumbrada excusa; ninguna conspiración, ningún enemigo, le impidió cumplir su promesa de precios de garantía, ni apoyarlos con vivienda, salud y seguridad social.

El decidió no apoyar a los campesinos de Sinaloa.

No le importan.

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